«Marta nació con un lucero en la frente», Miguel Barnet

El Comandante en Jefe Fidel Castro y Marta Rojas ante la televisión cubana sobre la gesta del Moncada el 26 de julio en Santiago de Cuba.

Por: Madeleine Sautié
El acierto que tuvo el escritor Alejo Carpentier al acotarle a la entonces recién graduada periodista Marta Rojas el calificativo de «novelista por instinto» hace ya mucho quedó ampliamente demostrado.

La aseveración fue proferida a propósito del reportaje El juicio del Moncada, a raíz de los acontecimientos del 26 de julio de 1953, que escribiera la jovencita. El descollante autor dejó constancia de sus criterios en el prólogo que escribiera para la tercera edición de El juicio…, solicitud que le hizo a la reportera, a la que desde el principio le descubrió sus efectivas potencialidades.

Convertida hoy en uno de los nombres que encumbran las letras cubanas y latinoamericanas contemporáneas, Marta Rojas (1928) recibió en nombre de la Uneac, a propósito de su cumpleaños 90, la condición de Miembro de Mérito, por su extraordinario aporte a la narrativa y la literatura testimonial.

Una verdadera reunión de amigos resultó el homenaje a esta autora esencial que, con seis novelas, e incontables reportajes y textos de diversos tipos, ha deleitado a un público lector cada vez más creciente haciéndolo aprender, reflexionar y divertirse. (Quien lo dude puede comprobar la ausencia casi absoluta de sus títulos -varias veces reeditados- en las librerías, así como el hecho de que la última de sus novelas, Las campanas de Juana la Loca, mereció el Premio del Lector, del Instituto Cubano del Libro).

No fueron –decíamos– estirados intelectuales los que en su afán de apropiarse de un discurso académico se llegaron hasta la sala Villena de la Uneac para ver con qué modos se honraría a la autora de El equipaje amarillo e Inglesa por un año (ganadora del Premio Alejo Carpentier de novela 2006). Los que hasta allí se llegaron para acompañarla en ese momento feliz en que se distingue el alcance de lo que se ha hecho, pasaron junto a la singular dama momentos de verdadero júbilo, al escuchar a los escritores Marilyn Bobes y Emmanuel Tornés, al periodista Pedro de la Hoz, y al anfitrión principal, el poeta Miguel Barnet, presidente de la Uneac.

Las palabras de Tornés (leídas por el poeta Karel Leyva) destacaron a la Rojas como una de las más lúcidas, prolíficas y audaces narradoras de la novelística cubana y caribeña, cuya relevancia nacional e internacional se acrecentó en los años 90, recordando también que en los 80 Marta nos sorprende con la novela-testimonio La cueva del muerto, llevada a la pantalla grande por Santiago Álvarez y editada por el creador del género, el poeta Miguel Barnet.

En apretada síntesis, Tornés repasó la obra rojiana para detenerse en Las campanas… obra que transcurre en tres siglos «e incluye la contemporaneidad con sorpresivas y coherentes intertextualidades» donde cobran espacio versos de Lorca o de Silvio Rodríguez, Lope de Vega y Rafael Alberti.

Entre los valores de la obra, Tornés significó, entre otros, la sabia conjunción de historias bien contadas, las tramas y el diseño de los personajes, y expresó que la obra en cuestión viene a llenar un espacio importante en la novelística de la región al fusionar sus narraciones, sin resquicios y mediante un elevado nivel creativo, los destinos de lo local y continental con los de los pueblos del planeta.

Para Bobes fue oportuno también centrarse en Las campanas… –tal vez por ser la última de las entregas de Rojas, y a sabiendas de que mucho y con absoluta justicia han sido reseñadas las otras–. La poeta recordó la presencia del «fino erotismo lleno de imaginación y sutilezas que caracteriza a la autora desde que se diera a conocer como novelista» y elogiando la verosimilitud con que están construidos los personajes «el lector no puede menos que asumir todo el texto como verídico».

Marta nació con un lucero en la frente, expresó Barnet, quien la catalogó con absoluta convicción como una escritora de raza, de buena cepa. «Marta ha sido una sorpresa deslumbrante en la literatura cubana».

Barnet destacó la gracia, la levedad, la profundidad con que la autora se mueve por los escenarios literarios que construye. «Ella ha sido el ama de todas las llaves y va a seguir abriendo cerrojos porque atrevida es. La llave de ella es una llave muy grande que es su sensibilidad, su temperamento y su osadía», expresó, y aseguró que para él Marta es un premio nacional y continental de literatura.

De la Hoz cerró los elogios. Para él fue oportuno referirse al tránsito del periodismo a la literatura, lo que hace de la homenajeada un caso muy singular. Celebró su coherencia y sus valores, también en la literatura testimonial, a la vez que observó la maestría de su colega al escribir no solo desde lo visual, sino también desde lo que le sugiere la música. «Marta es guarachera, le gusta el baile, la trova santiaguera, todavía saca el piececito hacia atrás». Las palabras se dirigieron además a loar su carácter y su naturaleza indomable, incansable, imbatible. «Los 90 años de la vida fecunda de Marta constituyen una fiesta nombrable, un pasaporte a la eternidad. Una fiesta de la cultura y la patria cubanas», expresó.

Marta quiso ser breve, pero no lo consiguió. El entusiasmo de contar emociones al público propició la extensión de su turno para hablar en el encuentro. Una verdadera diversión, como también dice ella que le resulta escribir, resultó su recorrido por las obras que hoy engrosan el catálogo literario cubano. Regodeada en las diversas motivaciones que propiciaron cada una de sus novelas, Marta volvió a dársenos, esta vez desde confesiones más personales, haciendo gala de su asombrosa capacidad para contar historias, también en su condición de oradora.

La pregunta ¿Cómo escribo estas novelas?, fue lo que pudiéramos llamar la tesis que vertebró su intervención. Cándida y alegre como ella misma, Marta reveló su cautela para observar y también para escuchar: «Todavía recuerdo el sonido de las esposas de Fidel al entrar a la sala y su voz cuando dijo: No se puede juzgar a nadie así esposado».

Escuchándola volvimos a leer a Marta ahora contando su propia novela, la de ella frente a su escritura, y no faltó quien pensara, al saber de su impaciencia irrenunciable frente al misterio de un cartel, un personaje real, o un remoto archivo, en aquel personajillo martiano que quería saber todo lo que pasaba a su alrededor.

Como Meñique, inmensa en su inteligencia y osadía, Marta triunfa por sobre nimiedades y sombras. Lo demás ya se sabe: También los escritores «buenos son los que ganan a la larga».

El Comandante en Jefe Fidel Castro y Marta Rojas ante la televisión cubana sobre la gesta del Moncada el 26 de julio en Santiago de Cuba.
El Comandante en Jefe Fidel Castro y Marta Rojas ante la televisión cubana sobre la gesta del Moncada el 26 de julio en Santiago de Cuba.

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