Por: José Llamos Camejo
Una cadena de humanidad se dispuso a vencer obstáculos para llegar a un pequeño enfermo/ Granma.cu

Tal vez, dentro de unos años, Aslan conozca la historia de quienes corrieron todo el riesgo por salvarlo. Foto: José Llamos Camejo
Manuel Tames, Guantánamo. — A sus cuatro meses de vida, entrecortada la respiración, y remitido para Guantánamo, Aslan Amed esperaba en la madrugada de la Caridad de los Indios.
«Solicitamos apoyo», insistía un radioaficionado desde el agreste rincón.
Pero, además de las pendientes y la penumbra, entre el hospital pediátrico de Guantánamo y la Caridad de los Indios se interponía el montón de obstáculos dejados atrás por Melissa, sumados a la oscuridad traicionera, envolviéndolo todo en las horas iniciales del recorrido.
EN LA CARIDAD… EN PRIMERA LÍNEA, IGLENIS
Al llamado de la afligida madre de Aslan Amed, en La Caridad de los Indios, la doctora Iglenis González Ramírez, médico de familia y residente del segundo año en la especialidad de Medicina General Integral, echó a un lado un percance propio y acudió de inmediato.
Una dolencia nefrítica en ese instante la avasallaba, pero ella hizo de la sensibilidad personal un calmante; le importó más el dolor de aquel niño que el suyo.
Fue por él, lo estabilizó, gestionó su traslado a una institución médica de la ciudad de Guantánamo, y lo cuidó durante 14 horas. Su desvelo fue un muro que la muerte no pudo franquear.
MIENTRAS TANTO…
Otra cadena de humanidad formada por integrantes de las Tropas Especiales de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), efectivos de la Cruz Roja e intensivistas del Sistema Integrado de Urgencias Médicas (SIUM), se dispuso al rescate desde la urbe guantanamera.
En el trayecto se sumarían el presidente del Consejo de Defensa de Manuel Tames, y un par de doctoras jóvenes a cargo del sector de la Salud en esa localidad.
Ya en pleno lomerío, en un barriecito al que le llaman El Pensamiento, la oscuridad facilitó que una alcantarilla intentara engullir a uno de los rescatistas empeñados en sacar el camión de un atasco.
Otro militar intervino, y al precio de una pierna lastimada evitó lo fatal.
¡Tremendo susto!
El atasco se prolongó cerca de tres horas; el kamaz de triple tracción salió por su poder soberano y descomunal, conducido por un hombre que para salvar una vida le puso valor, corazón y pericia al oficio.
Más adelante, en Vega Grande, un vallecito ralo, largo y estrecho, cuando la naturaleza mostró su lado perverso y el río embravecido obligó a detener la marcha, efectivos de las Tropas Especiales de las FAR, de la Cruz Roja y del SIUM, entre ellos una mujer, aferrados a una cuerda, cruzaron.
Loma arriba contra el tiempo y la geografía, llevando sobre los hombros un balón de oxígeno, una camilla, una mochila y medicamentos, anduvieron a pie otros 14 kilómetros.
La salvación de un niño y de una madre angustiada los esperaba al final del camino.
EL ENCUENTRO NO FUE, LA VICTORIA SÍ
Hambreados y con fatigas al límite llegaban los rescatistas. Pero Aslan Amed ya no estaba allí.
Otros héroes, en un helicóptero de las far lo habían trasladado a la ciudad de Guantánamo.
Cuando los que acababan de llegar lo supieron, sus rostros dibujaron espontáneas sonrisas, con suspiros liberaban tensión y exteriorizaban alivio; Aslan Amed estaba salvado.
«Permanece con una bronquiolitis ligera, sin signos de alarma respiratoria», explicó a Granma la pediatra Nolaiber de Arriba Brown, en la sala de Cuidados Intermedios del Hospital Pediátrico Pedro Agustín Pérez.
Con su hijo en los brazos, Yiliena Castillo Caballero sonreía.
«Salvaron a mi bebé –reconoce la joven madre–, se lo debo a Cuba y a todos, empezando por la doctora Iglenis».























