Por: Leidis María Labrador
Siempre que se hable de los más genuinos valores de las hijas de esta tierra, sale tu nombre a la luz.
El recuerdo de tu incansable andar se hace más nítido y tu cordial sonrisa se refleja en todas las cubanas que, poseedoras de tu herencia patriótica, hemos decidido continuar tu obra.
Vilma, qué sentido del deber vivió contigo, qué sensibilidad excepcional habitó tu ser, dotándote de la capacidad de darte humildemente a los demás, de asumir con desinterés y firmeza la postura revolucionaria, para hacer de ella glorioso estandarte.
Están tus huellas claras todavía en los testimonios de la clandestinidad, en los senderos de la Sierra Maestra, en cada paso dado por el bastión femenino del socialismo cubano, en pos de nuevas metas.
Porque no abrigaste jamás la menor duda de que el triunfo definitivo sobre los opresores de esta Isla, sería también el impulso necesario para poner a las mujeres en su justo lugar frente a la historia, como protagonistas de la Revolución, como decisoras de su destino, como los seres capaces cuyos aportes diarios y constantes a los objetivos de este justo sistema social, les ganaran el calificativo de imprescindibles.
Fue tan alta tu moral, tan certeros tus criterios e inviolables tus principios, que nunca te faltó el más sincero respeto de tus hermanos de lucha, y la escucha atenta a tus palabras del líder natural de aquella generación y del camino recorrido por ella.
Tuviste siempre una visión completa y abarcadora de lo que debía ser la Cuba con la que soñaron, por la que batallaron y dieron lo mejor de sus años y su vida valiosas mujeres como tú.
Por eso te convertiste, sin que jamás fuera esa meta o aspiración de tu actuar, en la voz de millones de cubanas, que vieron en ti la estirpe de Mariana, la valentía y el arrojo de Ana Betancourt y, por lo tanto, la plena capacidad para ser guía e inspiradora de las más profundas transformaciones para la plena integración de la mujer a la sociedad. Si la realización femenina en esta Isla dejó de ser una utopía para consagrarse como uno de los valores que han hecho de Cuba un ejemplo ante el mundo, gran parte de eso te lo debemos a ti.
Ganaste el cariño sincero de tu pueblo y, por eso, no serás nunca presa de la muerte o el olvido. Vives como semilla en el alma de las niñas que sueñan el futuro, en la alegría y el ímpetu de las jóvenes que ya se saben útiles a su nación, en el camino transitado por aquellas que en el tiempo estuvieron más cercanas a tu persona y eligieron permanecer fieles al ejemplo que aún irradias.
Por eso hoy, cuando la organización insigne de las revolucionarias, que fundaste de la mano de Fidel, arriba a un nuevo cumpleaños, se respira clara en el aire tu presencia.
En medio de los retos de un complejo presente, la Patria convoca, y qué respuesta han dado sus mujeres. Incansables en la producción, optimistas tras el microscopio, dispuestas a hacerle frente al virus en otras regiones del mundo, guardianas incansables de la familia, trabajadoras ejemplares, se han sumado sin dudarlo a la premisa de pensar y actuar como país.
Y eso, heroína intachable, redentora madre, revolucionaria ejemplar y siempre consecuente con sus principios, lleva el sello imborrable de tus desvelos y total entrega por tu tierra, por la dignidad de la mujer, por el ser humano.