Foto: Betty Beatón Ruiz
Amor- Mary y Ángel, dos que se aman en medio de la COVID-19
Amor– Provoca una singular comezón interior, suerte de sana envidia de amor, verlos siempre juntos, tomados de las manos, haciendo bromas él, riéndoselas ella, empeñados en arriesgarse y cuidarse a la vez.
Amor– Desde hace cuatro años aprendieron a compartirlo todo, así de literal: gustos, cama, mesa, profesión… Hoy también unidos enfrentan la muerte, se reconfortan al saberse complemento, equilibrio y soporte vital el uno del otro.
Amor– El cómo y el porqué se comprende bien cuando abren el alma para contar y cantar lo que sienten pecho adentro, Mariyorkis Sánchez Laffita y Ángel Carrión Catalá, especialistas de I Grado en Medicina General Integral y diplomados en Terapia Intensiva, se conocieron en su ciudad natal en el año 2016 cuando estudiaban portugués para irse a trabajar a Brasil.
Según confiesan aquello fue amor a primera vista, lo que a la postre fue también a segunda, tercera, y Dios sabrá a cuántas más. Aún así prefirieron atizar el fuego y darle tiempo al tiempo: si lo que sentían era genuino, perduraría.
Y así fue. En Sao Paulo fraguó lo que se había amalgamado en Santiago de Cuba, a donde volvieron en el 2018 para formalizar matrimonio.
Desde entonces son inseparables en el puesto de trabajo, las guardias, las reuniones, los cursos de superación y lo hacen más fuerte a partir del día en que les tocó como misión enfrentar la COVID-19.
“Estamos muy unidos y es algo que nos gusta, dice Mary, compartimos las consultas de pacientes con cuadros respiratorios, la atención a los viajeros de un tren que arribó a Santiago de Cuba con varios casos positivos, la labor en el hospital de campaña creado a raíz de la pandemia, en la terapia intensiva del hospital Ambrosio Grillo y ahora en el Centro Municipal de Coordinación diseñado para esta contingencia epidemiológica.
“Las tensiones propias de una situación tan compleja como la actual son más llevaderas con Ángel junto a mí, el estrés, la tristeza al ver morir a un paciente en terapia, el estar alejados tanto tiempo de la familia, yo de mi hijo, él de sus dos niños…”.
Salvarse del contagio con la enfermedad y renovar fuerzas contra el SARS-CoV-2 se les hace cierto cuando un guiño se escapa por el cristal de los espejuelos protectores, cuando con un gesto dibujan un corazón, cuando al vuelo los besos van y vienen por los pasillos con olor a cloro, cuando ella le recuerda desinfectar hasta los bolígrafos y él le acomoda el gorro sobre la rubia cabellera.
“La COVID-19 nos ha hecho acumular lecciones profesionales, que es lo mismo que personales”, comenta Ángel.
Con fortaleza de espíritu y constante aprendizaje estos dos santiagueros tejen coraza con ataduras de amor. Así enfrentan la pandemia, así la vencerán.
Amor humano
En el ser humano, el amor es un sentimiento real. En los casos más comunes es el resultado de una emoción basada en la atracción y la admiración de un sujeto hacia otro, que puede ser o no ser correspondido.
Ello intensifica las relaciones interpersonales entre un sujeto y otro que, partiendo de su propia insuficiencia, desea el encuentro y unión con aquel que ha juzgado su complemento para su existencia.
Por otro lado, el amor puede ser fruto de un duro trabajo, esfuerzo y pericia, por construir y desarrollar un objetivo, sintiendo verdadera plenitud y felicidad al ver conseguido lo que se ha anhelado y trabajado durante tanto tiempo.
Este tipo de amor es el que siente un padre hacia un hijo cuando ve que ha crecido y es capaz de afrontar la vida con plena madurez, imitando al padre en aquellas cosas que le ha transmitido por sabiduría práctica.
En este caso, el amor se dirige hacia los principios que han fundamentado el trabajo y han guiado el esfuerzo, es la corroboración de que las creencias por las cuales uno ha luchado, han tenido su recompensa: Lo esperado se ha obtenido.
Por otra parte, existen polarizaciones extremas de la mente manifestando un amor desmedido sin pensar en los límites de uno mismo, pudiendo incluso llegar a poner en peligro su propia existencia o incluso la de la otra persona, por estar experimentando un estado polarizado de obsesión. En este caso, el que ama, desea y anhela el bien y la felicidad del ser amado, lo hace por encima de todas las cosas.
El dar sin recibir a cambio, el sacrificar y anteponer las necesidades del ser amado por encima de las de uno mismo, sin que uno lo considere como sacrificio sino como oportunidad para prodigar el sentimiento; suele ser considerado una antesala al desequilibrio emocional, pues la persona objeto de nuestra obsesión no tiene porque responder tal como habíamos premeditado su respuesta, no agradecer nuestro esfuerzo y exigirnos aun más.
Si bien algunos confunden esa polarización extrema con amor «verdadero» o «sano», y exigen de la otra persona el mismo comportamiento, pudiendo manifestar frustración extrema y como salida a dicha frustración violencia.
Por los resultados evidentes en las noticias diariamente, observamos una creciente tendencia a la violencia de género, en la que los psicólogos actuales apuntan a esta patología de obsesión polarizada como principal desencadenante de estos conflictos.
Para Erich Fromm el amor es un arte y, como tal, una acción voluntaria que se emprende y se aprende, no una pasión que se impone contra la voluntad de quien lo vive. El amor es, así, decisión, elección y actitud.
El amor es un estado mental orgánico que crece o decrece dependiendo de como se retroalimente ese sentimiento en la relación de los que componen el núcleo amoroso.
La retroalimentación depende de factores tales como el comportamiento de la persona amada, sus atributos involuntarios o por las necesidades particulares de la persona que ama (deseo sexual, necesidad de compañía, voluntad inconsciente de ascensión social, aspiración constante de completitud, etc.).