Millones– Aunque jamás ha dado los frutos que de ella esperan sus promotores, la subversión contra Cuba sigue siendo un lucrativo negocio que mueve millones de dólares.
Millones- Disimulado de múltiples formas, a través de agencias, empresas y organizaciones que casi nunca son transparentes en el manejo de sus fondos, el patrocinio de acciones que persiguen el derrocamiento de la Revolución superó los 249,5 millones en las últimas dos décadas.
Millones- Así lo afirma el sitio Cuba Money Project, dedicado a la cobertura de historias sobre los programas y proyectos del Gobierno estadounidense relacionados con la Isla.
Sólo en 2020, un reporte basado en la información pública que manejan, en sus portales digitales, agencias como la Usaid, estiman en 2,5 millones, la suma para financiar iniciativas subversivas.
Se trata, apenas, de una cifra parcial, pues «algunos programas son tan secretos que nunca se revelan los destinatarios de los fondos», explica el periodista Tracey Eaton, en un artículo para Cuba Money Project, titulado El negocio de la democracia en Cuba está en auge.
Eaton asegura que al menos 54 grupos operaron programas en la Isla con dinero proveniente de la Usaid o de la NED desde 2017, coincidiendo con la llegada a la presidencia de Donald Trump.
«Una extensa red de grupos financiados por el Gobierno de Estados Unidos envía dinero en efectivo a miles de activistas por la “democracia” cubana, periodistas y disidentes cada año», afirmó.
Recientemente, tras la provocación ante el Ministerio de Cultura, un reportero del sitio ADN Cuba –uno de los medios administrados desde el exterior, que distorsionan la realidad del país– reconocía en un video, que circuló por las redes, haber recibido entre 150 y 200 dólares para cubrir el suceso.
Otras publicaciones con una agenda anticubana, bajo el eslogan de un supuesto periodismo «independiente», también han admitido sus nexos con agencias estadounidenses.
Esta, sin embargo, es solo la cara visible de un negocio extremadamente solvente, pues el Departamento de Estado, la Usaid y la NED informan tener contratistas «no revelados», a los que también va a parar una parte de los fondos para un cambio de sistema político en nuestro país.
Es imposible saber cuánto del dinero estadounidense termina en Cuba y a cuántas personas se les paga, termina diciendo Eaton. Lo que sí está muy claro es que los millones invertidos no le han bastado al imperio para poner de rodillas a un pueblo resuelto a defender a cualquier costo su soberanía.
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tomado de Granma
Millones del «artivismo» a la subversión, el susurro imperial
Autor: Pedro de la Hoz
El afán de protagonismo de Tania Bruguera se desbocó el pasado 27 de noviembre, cuando a las puertas del Ministerio de Cultura maniobró para capitalizar los reclamos, muchos de ellos atendibles, de los artistas congregados, sabotear las posibilidades de entendimiento y situar personas bajo su égida entre los interlocutores negados al diálogo
Ella quiere que la miren, la mimen, la tengan en cuenta si Cuba cae, es un decir, y llega la hora de repartir el botín. Por ello se ha hecho notar, se ha dejado fichar con entusiasmo y conocimiento de causa, y cada vez oculta menos su papel: alentar la subversión del orden institucional y el estallido social.
La artista que es, osada, transgresora, emparentada con prácticas que en el campo de las artes visuales han pugnado por avanzar en la búsqueda de nuevos lenguajes y significados desde el performance y la ruptura de compartimentos estancos, la que se proclama «artivista», aparece por estos días como lo que quiere en verdad ser: una opción atractiva, altamente cotizada, entre los círculos que en Estados Unidos pretenden apoderarse nuevamente de Cuba.
Millones para el asedio de la «pacificancia»
Ese es el lugar que ocupa Tania Bruguera en el entramado puesto en marcha, desde noviembre pasado, para mostrar ante el mundo un clima de ingobernabilidad en la Isla, lanzar señales, a la nueva administración estadounidense y a los aliados de esa nación, acerca de la irreformable obsolescencia de la Revolución Cubana, y, en el plano interno, instigar la desconfianza y el descrédito hacia nuestra institucionalidad.
Nada nuevo bajo el sol; se repite el esquema aplicado en los países exsocialistas de Europa oriental: un Vaclav Havel en Praga, un Jacek Kuron en Varsovia.
Su afán de protagonismo se desbocó el pasado 27 de noviembre, cuando a las puertas del Ministerio de Cultura maniobró para capitalizar los reclamos, muchos de ellos atendibles, de los artistas congregados, sabotear las posibilidades de entendimiento y situar personas bajo su égida entre los interlocutores negados al diálogo.
De paso, diré que no la tiene fácil, pues hay otros interesados en figurar, por encima de ella, en lo que intentan presentar como un supuestamente articulado grupo 27N. El lema «todos somos uno» se desinfla.
En consecuencia, la artista, desde entonces, y como ha sido habitual en su trayectoria, no ha dejado de manifestarse políticamente en las redes sociales y en los medios financiados desde EE. UU. La emprende contra el Ministro de Cultura, contra los artistas que no le siguen la corriente.
El denominado artivismo es un subterfugio, juega a la política sin embarazo alguno. Se asocia a Cubalex, tinglado diseñado para proteger a elementos contrarrevolucionarios con el dinero de la National Endowment of Democracy (NED). Su par en Cuba no es Marina Abramovic, sino el sujeto que, en San Isidro, llama a tomar el Capitolio habanero, a imagen y semejanza de los bárbaros que irrumpieron en Washington.
Millones detrás de la fórmula de Praga y las revoluciones de colores para Cuba
Por cierto, ella anticipó, de algún modo, la arremetida de los correligionarios de Trump, cuando el 30 de diciembre de 2014 intentó protagonizar un escándalo en la Plaza de la Revolución, con una versión del montaje performático El susurro de Tatlin. Un crítico de arte que secunda y sigue las acciones de Bruguera, calificó el gesto para la galería mediática como «acción política radical».
Gesto nada inocente; días antes se había producido el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y EE. UU. Había que recordarle a Obama el compromiso de la Casa Blanca con el derrocamiento del Gobierno cubano, lo mismo que ahora quieren recordarle a Biden.
Ni antes ni ahora se trata de una voluntad espontánea, sino de una operatoria calculada, tal como denunció el colega Raúl Antonio Capote en la más reciente entrega de la serie Razones de Cuba, transmitida el jueves por el Noticiero Nacional de Televisión, cuando aseguró que Estados Unidos precisa formar a esos individuos, y para ello implementa estrategias como el otorgamiento de becas, como la que disfrutó Bruguera en los 90:
«Ellos necesitan –explicó–, sobre todo, cambiar la manera de pensar de los cubanos, crear una masa acrítica de personas que no crea en la Revolución, y nada más valioso que la cultura para poder cambiar valores».
Claro está, la cultura como mero pretexto. Ella misma lo ha dicho más de una vez: el arte «para intentar nuevas estructuras políticas» (2005), «un medio para otras cosas» (2008). En su cabeza resuena el susurro imperial.