Por: Rosario Murillo
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Rosario Murillo, Coordinadora del Consejo de Comunicación y Ciudadanía de Nicaragua, habla sobre el Comandante Fidel Castro.
«Trabajar, trabajar y trabajar, ese fue el consejo de Fidel»
Fidel Alejandro Castro Ruz, más conocido como Fidel Castro (Birán, Holguín, 13 de agosto de 1926–La Habana, Cuba, 25 de noviembre de 2016). Líder histórico de la Revolución cubana.
A lo largo de los años de la Revolución impulsó y dirigió la lucha del pueblo cubano por la consolidación del proceso revolucionario, su avance hacia el Socialismo, la unidad de las fuerzas revolucionarias y de todo el pueblo, las transformaciones económicas y sociales del país, el desarrollo de la educación, la salud, el deporte, la cultura y la ciencia, así como el enfrentamiento de las agresiones externas y la conducción de una activa política exterior de principios.
Simpatizante del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), participó de manera activa en las campañas del partido y fue de los primeros en denunciar el carácter reaccionario e ilegítimo del régimen de facto establecido tras el golpe de Estado de Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952.
Fidel, Comandante de la solidaridad
Dos puntos debo mencionarte que tuvieron excepcional importancia en nuestra guerra revolucionaria:
Punto 1: La batalla de Guisa, iniciada por fuerzas de la Columna 1, que no rebasaban, cuando partimos de la Sierra, los 120 hombres, detrás nos seguían 1 000 reclutas de la Escuela de Instrucción de Minas del Frío.
El total de hombres de la columna con armas de guerra, cuando llegamos a Guisa, no rebasaba los 200 combatientes, incluyendo parte de las armas de una compañía que se pasó a nuestras filas, bajo el compromiso de que no serían obligados a combatir contra sus antiguos compañeros.
Las fuerzas de operaciones, con sede en Bayamo, a las que nos enfrentamos en Guisa, sumaban de 3 a 4 mil hombres y eran las mejores tropas con que contaba el enemigo. Su jefe, el General Cantillo, militar de carrera, gozaba de gran prestigio y no era criminal de guerra.
En los combates por la posesión de Guisa, que duraron 10 días, el adversario empleó tanques y artillería pesada, más la aviación que operaba desde el amanecer durante casi 12 horas. Las fuerzas enemigas, que nos superaban en número por lo menos 15 veces cuando se iniciaron los combates, fueron derrotadas en la batalla de Guisa, que en aras del tiempo omito describir. Está narrada en una Reflexión.
El cuartel de la pequeña urbe y los almacenes repletos de víveres quedaron en nuestras manos. Nuestros reclutas se convirtieron en soldados a los cuales confiar cualquier misión y nuestros combatientes con armas de guerra, se duplicaron. La repercusión de esa batalla se pudo apreciar muy pronto en hechos concretos.
Punto 2: Otro acontecimiento de gran trascendencia sin el cual no podía concebirse la fulminante victoria total que prosiguió al Primero de Enero:
La ocupación de Santiago de Cuba y el acto histórico constituyó un hecho de gran trascendencia si se toma en cuenta que esta vez la Ciudad Héroe estaba en manos de los revolucionarios. Pero no era suficiente.
En la Capital se había producido un Golpe de Estado promovido por los yankis, un nuevo Presidente había sido proclamado por Cantillo en la persona del magistrado más antiguo del tribunal constitucional, el Coronel Barquín, líder de los llamados militares puros, se hallaba en Columbia, maniobrando con el grupo de asesores norteamericanos inspiradores del golpe. Camilo no había llegado a La Habana ni el Che a la Cabaña. Salieron el dos de enero y estaban a más de 300 kilómetros de la capital.
En Bayamo estaban los tanques pesados y la artillería de campaña. La activa aviación que combatió contra nosotros durante toda la guerra, no estaba controlada. El Coronel Barquín me llamó a Santiago el día primero por la noche. Pedí le comunicaran tajantemente que en Columbia no hablaría más que con Camilo.
A grandes rasgos podrás comprender la importancia que tenían las fuerzas acantonadas en Bayamo, en esas peculiares circunstancias.
Yo venía avanzando por la carretera central con mil curtidos soldados de los combates de Guisa, Baire, Jiguaní, Palma Soriano y Maffo. Conmigo venía un grupo de tanques conocidos como maquintoches, sobre estera, con cañones calibre 37 milímetros, de los que defendían a Santiago de Cuba, con la propia tripulación que se subordinó a nosotros después de la reunión con los oficiales del Caney.
Al llegar a Jiguaní en horas del mediodía del 3 de enero, con un grupo de 40 hombres, entre los cuales estaba Leopoldo Cintra, me dirigí a un estadio en la ciudad de Bayamo, donde había convocado a las tropas de operaciones. Allí se reunieron más de tres mil soldados de élite con todas sus armas.
Entre ellos estaban los tripulantes de los tanques pesados y la artillería. Habían sido los subordinados directos del General Cantillo que no había hecho honor a los compromisos contraídos. No albergaba duda alguna de que aquella tropa se uniría a nosotros, sus adversarios, los que combatió durante dos años hasta el día anterior.
En pocos sitios me recibieron con tanto entusiasmo. Era el premio a nuestra política de guerra y nuestra batalla de ideas. Fue una excepcional victoria frente al imperio que impuso al pueblo de Cuba la tiranía sangrienta de Batista.
No había que derramar una gota más de sangre para iniciar el largo camino de la Revolución.
Tampoco me cabe la menor duda de que con el apoyo de todo el pueblo, el país totalmente paralizado por la huelga general revolucionaria y todos los medios de radio en nuestras manos, el avance de nuestras fuerzas era incontenible. El progreso de las tropas de Camilo y el Che hacia la Capital, sin hacer un disparo, lo estaba demostrando. Nadie combatiría contra ellos.
He pensado muchas veces que un mejor trabajo político con esos oficiales y soldados que me acompañaron hasta la Capital, habría restado al imperialismo materia prima para los grandes crímenes que cometió los años subsiguientes contra nuestro pueblo.
La lucha de la oligarquía y la burguesía rica contra la Revolución, desde luego que no podía impedirlo nadie. Ello no nos excusa de errores tácticos, afortunadamente nunca de tipo estratégico.
Los oficiales rebeldes con que tú, por instrucciones de Raúl, reforzaste mi modestísima seguridad personal, fueron excelentes.
No olvidaré nunca los servicios prestados por Leoncito, Vazquecito, Valle, que me acompañaron incluso en la captura de los primeros bandidos en el Escambray, cuando llegó la hora de enfrentar otros enemigos. Sin el apoyo de ellos y de otros que tú me enviaste, hablar de seguridad en medio de tantos planes enemigos habría sido un sueño.