Celia Sánchez Manduley, CMKC, Radio Revolución.- Algo de impulso, de conspiración extraña, de anuncio estremecedor, dijo del ser especial que había nacido. Media Luna, 1920, batey azucarero y en Oriente bien adentro, cuadro ideal para la superstición.
Celia Sánchez Manduley- Pero no en la casa de Manuel, el médico generoso, hombre de ciencia, que exploraba los resquicios de las cuevas donde decían que había güijes y, sin dar crédito a los aparecidos, se iba a caballo, de madrugada y lloviendo, por las guardarrayas, al bohío de los enfermos sin centavos.
No era superstición, pero la niña (Celia Sánchez Manduley) que nació aquel día movió el piso de todos en la casa, agitando el torrente de la sangre familiar. Eso mismo, la sangre, porque unos años después iba ella sobre el lomo del caballo, a la espalda del padre, de enfermera en la asistencia a los campesinos pobres. Y se iba con él, también, a otear las piedras extrañas, y luego sola, en Pilón, por las curvas de la costa brava, sobre el diente de perro, en la pesquería del mar, en la inmensa libertad que creció amando, cuando escalaba los montes para mirar desde ellos.