Con la colocación de ofrendas florales a nombre del General de Ejército Raúl Castro y del Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República Miguel Díaz-Canel en el mausoleo de José Martí, en el cementerio Santa Ifigenia, comenzó el tributo de los santiagueros al Apóstol, en ocasión de los 126 años de su caída en combate.
Esteban Lazo, presidente del Consejo de Estado, y el pueblo de Cuba también enviaron ofrendas al más universal de los cubanos, quien cayera frente a las huestes coloniales españolas poco tiempo después de iniciada la Guerra Necesaria, organizada por él, el 24 de febrero de 1895.
Lázaro Expósito y Beatriz Johnson, presidente y vicepresidenta del Consejo de Defensa Provincial, respectivamente, encabezaron el homenaje de los hijos de la tierra indómita al Héroe Nacional, acompañados de dirigentes de organizaciones políticas, sociales y de masas, y depositarán flores sueltas ante las tumbas de los padres fundadores de la Revolución Cubana.
Hoy, twittazo Mil maneras, todas jóvenes, honrar a José Martí
En el camposanto patrimonial, altar sagrado de la patria, artistas de la ciudad interpretaron “A Martí” del cantautor Sindo Garay, “A plomo y flor” de René Urquijo y “Yugo y estrella”, uno de los versos libres martianos.
José Martí desarrolló una encomiable labor en pos de la unidad, dentro y fuera del archipiélago, para alcanzar la independencia de la nación de la metrópoli España, de ahí la fundación del Partido Revolucionario Cubano y la preparación de la Guerra del 95, como única vía de terminar con el colonialismo.
José Martí autor intelectual del asalto al Moncada
Horas antes de su caída, el 18 de mayo de 1895, escribió a su amigo Manuel Mercado una carta considerada su testamento político, en la que alertó el peligro de los Estados Unidos sobre las tierras del continente y cómo la libertad de la mayor de Las Antillas se volvía necesaria para impedir dicha expansión.
Cada 19 de mayo, Cuba recuerda al Héroe Nacional en el aniversario de su muerte.
En Dos Ríos, un domingo
Autor: José Miró Argenter
Martí se hallaba a caballo, con el revólver empuñado, de frente al enemigo, a un lado del monte. Pasó por allí un oficial, Ángel Guardia, que iba a unirse al general Masó, después de haber cumplido una orden de este, y díjole Martí: «¡Joven, vamos a la carga!»; y salieron los dos al limpio, al espacio menos intrincado, en medio de la confusión de aquellos momentos. Cayó Martí de dos balazos, uno de ellos mortal; fue herido el caballo que montaba, regalo de José Maceo, y muerto el caballo de Ángel Guardia. Así se desarrolló el drama y se desenlazó, en menos de dos minutos. Los grandes infortunios suelen precipitarse así, súbita y momentáneamente. Cuando Ángel Guardia se unió a la comitiva, lo contó a Gómez y a los que iban a su lado hablando de otras peripecias: «¡General, le dijo con voz entrecortada: han matado al Presidente!». Y refirió los tristes pormenores del suceso.
En estos mismos momentos, el caballo que montó Martí se dirigía hacia el grupo consternado; venía sin el jinete y chorreando sangre. Gómez buscó con prontitud a los más conocedores del campo para arrebatarles el trofeo a los españoles; pero estos, que habían identificado el cadáver de un modo inequívoco, por las manifestaciones de un oficial que conocía a Martí y por varios objetos que le hallaron encima, cartas y documentos, forzaron la marcha de retroceso para que la agresión de Gómez no les cogiera en el camino más peligroso. Jiménez Sandoval, jefe de la columna, dejó un papel a una mujer anciana que halló al paso, en el que escribió, entre signos masónicos, estos dos nombres: Jiménez Sandoval.: –José Martí.:– y le dio este recado verbal: «Dígale a Gómez que si Martí cura se lo devolveré, y si muere le haré un buen entierro». Aunque nada hay ya que tenga interés después de la sorpresa de la catástrofe, es conveniente señalar estos últimos pormenores para que la verdad histórica no sea jamás adulterada. El lugar del desastre se llama Dos Ríos por una razón de fácil inteligencia y la gran desgracia acaeció a la una de la tarde del 19 de mayo de 1895; era domingo.
Así, tal como queda narrado, entre episodios festivos y episodios bélicos, cayó para siempre el egregio cantor de la libertad, entre las flores de la montaña; el panorama de la naturaleza y el rumor del manantial, emblemas de su vida soñadora.
Carta inconclusa de José Martí a Manuel Mercado
Fragmentos del libro Crónicas de la guerra.