«Cuba honra a sus más de 3 400 fallecidos por agresiones de EE. UU.», aseveró en una serie de mensajes difundidos en su cuenta de Twiter el Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, quien así evocó el Día de las Víctimas del Terrorismo de Estado, mediante el cual cada año la Isla rememora el cruel atentado que, el 6 de octubre de 1976, causó el derribo de una aeronave cubana que se dirigía a suelo patrio en vuelo desde la isla de Barbados.
«Con ese dolor cargamos cuando se empeñan en mancillar la historia, incluyendo a nuestro país en la infame lista de patrocinadores del terrorismo», precisó el mandatario.
Aseveró que han transcurrido 45 años, « pero ni en 100, ni nunca, olvidaremos el abominable Crimen de Barbados». Asimismo, puntualizó que los autores intelectuales murieron tranquilamente, cobijados por las administraciones republicanas y demócratas de Estados Unidos.
Porque revela la profunda indignación de los cubanos ante el cruel suceso, el Presidente reprodujo las palabras de Fidel en la despedida pública de los compatriotas masacrados: «No podemos decir que el dolor se comparte. El dolor se multiplica. Millones de cubanos lloramos hoy junto a los seres queridos de las víctimas del abominable crimen. ¡Y cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla!».
También, a través de Twiter, el Primer Ministro de Cuba, Manuel Marrero Cruz, afirmó que el crimen de Barbados fue uno de los peores y más abominables actos de terrorismo de Estado realizados contra el pueblo cubano.
Igualmente, Bruno Rodríguez, Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, reiteró que es imposible olvidar el brutal acto. Así especificó que «en memoria de los 3 478 caídos y 2 099 personas con discapacidad a causa de los viles actos contra Cuba, reafirmamos enérgica condena al terrorismo en todas sus formas y manifestaciones».
La indignación de los habitantes de la Isla ante el asesinato de 73 personas, entre ellas los 24 integrantes del equipo juvenil de esgrima de Cuba, que volvía a casa tras conquistar los máximos títulos en el Campeonato Centroamericano y del Caribe de la disciplina, encontró apoyo en una ola de repudio mundial que el Gobierno de Estados Unidos ignoró en su afán de proteger a los promotores y organizadores de acciones violentas contra Cuba.
Los terroristas Orlando Boch Ávila y Luis Posada Carriles planificaron cada detalle del vil acto, suministraron los recursos y contrataron a los ejecutores. El primero, apresado en un momento, fue absuelto tras presuntos defectos técnicos del proceso judicial; el segundo, luego de 8 años de encarcelamiento en la Penitenciaria General de Venezuela, a la espera de una sentencia definitiva, en 1985 se fugó gracias a un plan financiado desde Miami.
En varias oportunidades las autoridades cubanas aportaron las pruebas sobre la culpabilidad de ambos terroristas y precisaron los sitios donde se encontraba Posada Carriles, pero los órganos judiciales de Estados Unidos no actuaron.
Otra denuncia contundente del crimen se recoge en el libro Pusimos la Bomba.. ¿Y qué?, de la periodista venezolana Alicia Herrera, quien expone las confesiones de los autores materiales del crimen, los venezolanos Hernán Ricardo y Freddy Lugo, así como los nexos de ambos con los terroristas mencionados.
Autor: Germán Veloz Placencia | german@granma.cu
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Crimen de Barbados. Nombre utilizado para nombrar la destrucción en pleno vuelo, debido a un ataque terrorista, de la aeronave CU-455 de Cubana de Aviación, la cual se dirigía desde la isla de Barbados a la de Jamaica con destino en la capital cubana de La Habana. Este lamentable hecho ocurrió el 6 de octubre de 1976. Las 73 personas a bordo de la aeronave, un Douglas DC-8 de fabricación estadounidense, resultaron muertas en el hasta entonces peor ataque de este tipo en el hemisferio occidental y uno de los más brutales actos de terrorismo ejecutados por personas al servicio de la CIA en contra de la Revolución Cubana. En el luctuoso hecho se utilizaron dos bombas, descritas como dinamita o explosivo C-4.
El crimen fue orquestado en la ciudad de Caracas (Venezuela) por los terroristas de origen cubano Luis Posada Carriles y Orlando Bosch Ávila quienes emplean a los venezolanos Hernán Ricardo y Freddy Lugo para realizar la colocación de las bombas dentro del avión.
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Estos personajes fueron detenidos y procesados por las autoridades venezolanas, las que sentenciaron a los autores materiales a 20 años de prisión, mientras que Orlando Bosch fue detenido inicialmente tras presuntos defectos técnicos quedó absuelto. Por su parte, Posada Carriles estuvo detenido durante ocho años mientras aguardaba una sentencia definitiva, pero logró huir con el apoyó de los guardias de la prisión.
Desde el primer momento el gobierno de Estados Unidos puso obstáculos para que el hecho se condenara en el Consejo de Seguridad de la ONU, ya que ellos habían colaborado con el hecho y el propio Posada Carriles era un agente de la CIA.
Aunque en ese momento Cuba no tenía pruebas concretas para acusar al gobierno estadounidense de manera oficial se demostró la participación de este en unos documentos de la propia CIA que se desclasificados en 2005 donde se indica que esa agencia estadounidense «tenía inteligencia concreta de avanzada, tan temprano como junio de 1976, sobre planes de grupos terroristas cubanos exiliados, de atacar con una bomba un avión de línea de Cubana».
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Por su parte, el propio Carriles negaría haber estado personalmente involucrado en el atentado, pero no obstante proveería varios detalles del mismo en su libro Los caminos del guerrero (de 1994).