José Martí plantó semillas que después germinaron robustas en Fidel, Raúl y los jóvenes del centenario, en los Cinco Héroes y en tantos cubanos que, sin alardes ni hipocresía, desde el auténtico arte, la ciencia o el surco, enaltecen el orgullo de una bandera, «que no ha sido –ni será– jamás mercenaria»
«Escribe más brillantemente que ninguno de España o América».
De un trazo, Rubén Darío reconoció en nuestro Apóstol ese talento que desató, al mismo tiempo, admiración, envidia y temores, porque desbordaba la literatura; «Martí fotografía y esculpe en la lengua, pinta o cuaja la idea, su pensamiento es un relámpago; su palabra un tímpano o una lámina de plata o un estampido».
Martí en el orgullo de su bandera, que no ha sido jamás mercenaria
Desde Martí hasta Fidel: un partido para unir
Martí El Corredor Patrimonial de la Patria cubana Texto e imagen: MsC. Santiago Romero Chang Martí- Corredor patrimonial de la Patria, ubicado en el cementerio Santa Ifigenia de Santiago de Cuba, ahora con una renovadora imagen tras la colocación en posición primaria de la tumba de Carlos Manuel de Céspedes, el pionero en liberar a los esclavos; Mariana Grajales, por fin denominada como la Madre de la Patria., y el líder de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz, siempre con el mausoleo de José Martí, nuestro Héroe Nacional en el mismo centro y bien destacado. |
Ni siquiera sus enemigos pudieron negar esos dones del cubano que peregrinaba por Nueva York y otras ciudades del naciente imperio, de la entraña brutal y apetitos anexionistas.
Puros, exquisitos, codiciados, sinceros como él, su obra intelectual y su arte jamás estuvieron en venta, no tenían precio, en todo caso ayudaban a sustentar la estancia en aquella ciudad a la que había ido por motivos patrióticos, y vivió 15 años a costa de personales sacrificios: «tenía que vivir, tenía que trabajar, entonces, eran aquellas cascadas literarias», subrayó en una ocasión el propio Rubén Darío.
Pudo llevar, de habérselo propuesto, una estancia de comodidad y oropeles, para sustentarla le sobraba capacidad intelectual y genialidad creadora, pero en su ética y lealtad a la patria, el oportunismo no tuvo espacio; le obsesionaba el sueño de su Isla; «el deber de un hombre está allí, donde es más útil».
Arengó, esclareció, desmontó componendas, enfrentó anexionismos abiertos y disfrazados, cimentó la unidad; «la fuerza entera he gastado en poner a nuestra gente junta, (…) en salvar a la Revolución de lo único que la amenaza: la traición…», le confesaría en una carta al Generalísimo Máximo Gómez.
José Martí plantó semillas que después germinaron robustas en Fidel, Raúl y los jóvenes del centenario, en los Cinco Héroes y en tantos cubanos que, sin alardes ni hipocresía, desde el auténtico arte, la ciencia o el surco, enaltecen el orgullo de una bandera, «que no ha sido –ni será– jamás mercenaria».
En Santiago de Cuba Museo del 1er. Frente Oriental José Martí
Autor: José LLamos Camejo | internet@granma.cu
A mediados del año 1871, sale a la luz pública en Madrid, Castillo y El Presidio Político en Cuba, dos contundentes denuncias de las condiciones infrahumanas a las que eran sometidos los cubanos condenados por las autoridades coloniales.
Esta última publicación, editada en España en 1871, revela a un joven de 18 años de edad que ya despunta como un brillante escritor comprometido con la independencia de su pueblo del coloniaje español. Un año más tarde circula en la capital española, ¡27 de Noviembre!:
«(…) Nosotros amamos más cada día a nuestros hermanos que murieron, nosotros no deseamos paz a sus restos, por que ellos viven en las agitaciones excelsas de la gloria, nosotros vertemos hoy una lágrima más a su recuerdo, y nos inspiramos para llorarlos en su energía y en su valor, ¡lloren con nosotros todos los que sientan! ¡Sufran con nosotros todos los que amen! ¡Póstrense de hinojos en la tierra, tiemblen de remordimiento, giman de pavor todos lo que en aquel tremendo día ayudaron a matar!»
Martí en el orgullo de su bandera