«Despertar un día y verse rodeado de un entorno de objetos cotidianos con diseño cubano (…)».
Ese es el gran sueño, como diseñador, de uno de sus colegas queridos y ella, por compartirlo, lo hace suyo a cada rato, acaso desde la convicción rotunda de que nadie nos vendrá a edificar el diseño que queremos y merecemos, o sea, aquello que en el mundo llamarían «el Made in Cuba»; para nosotros, «Diseño Hecho en Cuba».
Y esos buenos deseos, que parten de la necesidad de potenciar y perfeccionar el diseño en cada una de las esferas del país, son los mismos que Gisela Herrero García ha pretendido insuflarle a la Oficina Nacional de Diseño (ONDI), institución acabadita de cumplir 40 años, contados, justamente desde el 9 de julio de 1980.
Aunque no ha sido poco lo hecho durante estas cuatro décadas, es más, muchísimo más lo que le queda por delante a la Oficina en ese ejercicio diario, al decir de su actual Jefa y en nombre del equipo de dirección, «de observar, insistir, indagar y provocar a la industria desde acercamientos y prácticas que permitan acortar las distancias».
Distancias que hoy, más allá de los intentos y de la buena voluntad, siguen siendo largas.
En su artículo, Mejor diseño = Mejor país, publicado en la Revista Cubana de Diseño La Tiza, Herrero García advertía que «aún no se ha avanzado suficientemente en el propósito de que el diseño tenga una presencia visible en todos los ámbitos de la sociedad cubana, con una expresión permanente en la vida cotidiana del pueblo.
«Para lograr este objetivo, el diseño necesita ser considerado por los decisores una herramienta estratégica que forme parte del modelo de desarrollo de la economía cubana y un componente esencial en la competitividad de nuestras producciones.
«Hoy día, el diseño se asume de modo no planificado y es poco reconocido en el ámbito de la economía y de la industria, lo que trae como resultado su baja visibilidad. Ello repercute de forma negativa en el desarrollo del país y en la calidad de vida del pueblo, lo cual se manifiesta en los ámbitos productivo, sociocultural y formativo».
–Teniendo en cuenta este escenario, ¿qué elementos distinguen al diseño cubano?
–El diseño cubano se parece mucho a la economía en que tiene lugar. Es un diseño de retos, de resistencia, con no pocas barreras de varias naturalezas; pero con buenas oportunidades, a partir de los cambios que se han venido dando en el perfeccionamiento de nuestro modelo económico y que, ineludiblemente, suponen al diseño, y así ha de verse de una buena vez, como un pilar para el desarrollo, la sostenibilidad y la soberanía nacional.
– ¿Cuáles son, desde su punto de vista, las fortalezas y debilidades en la formación de los profesionales del diseño?
–Las fortalezas parten de la posibilidad de acceder a una de las carreras más costosas en cualquier parte del mundo, a partir de la logística que precisa la formación en términos de materiales, tecnologías… A ello se suma, contar con un programa curricular de materias, todas importantes y definitivas, para salir luego a ejercer.
«Las debilidades, no contar siempre al terminar estudios con espacios profesionales donde emplear lo aprendido y que ello tire de un crecimiento profesional y humano; encontrar barreras de comprensión sobre el valor estratégico del diseño y la responsabilidad que tiene el diseñador en los destinos del desarrollo, sobre todo, en el ámbito empresarial, a pesar de que sus proyectos, durante la etapa de formación, responden a demandas puntuales de la economía, la política y la sociedad en general».
– ¿Cómo valora el vínculo existente hoy entre el diseño y la industria? ¿Qué hacer en ese sentido?
–El número 111 de los Lineamientos económicos del Partido se orienta a «potenciar la organización y el desarrollo de capacidades de servicios de Diseño y su integración a sistemas institucionales y empresariales del país» y, en ello, la Oficina, en su rol metodológico como rector de la actividad, tiene mucho por hacer. Sobre todo, en aras de insertar cada vez más el diseño en la industria, pues se trata de uno de los espacios donde este se concreta y logra convertirse en producciones seriadas, que debieran llegar a las casas de nuestra gente.
«La pertenencia al Ministerio de Industrias desde 2013 ha acercado a la ondi a problemáticas diversas de la industria, sobre las cuales está en condiciones de evaluar, asesorar, transferir know how.
«En cualquier caso, sí se dan pasos para una mayor y mejor inserción del diseño; cada vez más se gana comprensión por decisores, especialistas, obreros, tecnólogos… sobre el valor de esta actividad como inversión y no costo.
«Por tanto, la labor “ondiniana” de ser un mesías, más que rector, supone un ejercicio diario y ya se han visto varios frutos. Entre ellos destacan la colaboración entre Apisun y la ondi con el rediseño de imagen de marca de la miel cubana, lo cual tuvo un impacto positivo en las ventas del producto en el último año; el proyecto de diseño de identidad de la empresa Varona, que influyó en el salto dado por la empresa hacia la competitividad; las alianzas multisectoriales entre diseñadores, y la industria y otros, para responder, en tiempo récord, a la emergencia sanitaria durante la covid-19, con el abordaje conceptual y el prototipo de un respirador artificial Hecho en Cuba».
– ¿Qué ventajas o desventajas ha traído que la ondi esté adscrita al Mindus?
–El diseño, por su condición transversal, está en todos y cada uno de los sectores de la economía y la sociedad en general. Visto así, cabe pensar, no debiera estar en uno u otro ministerio, sino como una estructura organizativa que medie a nivel normativo, de orientación, promotor y contribuya a ordenar el diseño que se demande a todas las escalas y desde todos los niveles de complejidad.
«No obstante, aprovecho para acotar, la Oficina no es el diseño cubano. El diseño cubano es, por una parte, los 2 460 diseñadores que recoge el mapa país en el Registro de Diseño y, por otra, la demanda que se haga de los servicios en cualquiera de las esferas en que los diseñadores y diseñadoras podemos resolver problemas.
«Si la Oficina tuviera una ubicación diferente, lo que sí debiera continuar y potenciar, cada vez más, es su encargo estatal, que pasa por insistir en que el diseño sea tenido en cuenta y sea un aliado estratégico que impacte, primero, en las mejoras y en el crecimiento de la calidad de vida del cubano, y, a la vez, se convierta en un pilar para sustituir importaciones y exportar».
–¿Qué desafíos debe asumir el diseño en el contexto actual de actualización económica?
–Estar en la agenda país, como insoslayable herramienta para los desarrollos que nos proponemos, y de cara a la prosperidad y sostenibilidad que defendemos.
«Tenemos las fuerzas y energías puestas en la elaboración, junto con un Grupo de trabajo de especialistas de diversas instituciones y organizaciones, de la Política de Diseño, un instrumento que permita ver esta disciplina como un “sistema” y que este vaya dando los frutos para el desarrollo del cual Cuba está urgida.
«La comunidad de diseñadores está dispuesta a entregar soluciones para el hoy y, desde la condición prospectiva del diseño, visualizar y pensar para hacer el futuro»