Ante la amenaza del virus nuevo volvieron a activarse los resortes que tantas veces, en la historia de resistencia heroica de la Revolución Cubana, convocaron a la inteligencia urgente de sus hijos para salvar al país, para poner el freno de la ciencia innovadora a otra enfermedad terrible.
No estuvo ahora, físicamente, el hombre grande de verde olivo, pero se oía en el aire su lección. Ante el grave peligro se movilizó con prisa, aunque en silencio, el genio creador de esta Isla soberana, para convertir en meses breves los años que se tarda en conseguir vacunas tales.
Qué, sino mujeres y hombres de pueblo –como aquel que los inspira– son estos héroes sencillos, autores de la mejor y más esperada noticia: vacuna contra la enfermedad, contra la muerte, pero también contra los infames trasnochados que insisten en anular las apuestas de esta nación por la vida.
«Felicitaciones a ustedes, aguerridos, comprometidos, originales, creativos e innovadores científicos revolucionarios», les dijo el Presidente, y el pueblo, del que son parte, lo secundó en ovación.