Por Betty Beatón Ruiz
Cada jornada es de empeños para los 401 trabajadores de la UEB Combinado Lácteo Santiago de Cuba, no hay de otra cuando la razón es materializar 800 toneladas mensuales de yogurt de soya para satisfacer la demanda de los más de 49 mil infantes de la ciudad de santiaguera (de 7 a 14 años) que deben recibir ese alimento.
En los últimos 10 meses la cifra se les ha vuelto esquiva a los del combinado santiaguero, perteneciente a la Empresa de Productos Lácteos de la suroriental provincia, donde también se elaboran quesos, leche enriquecida, refresco instantáneo, mezcla para batido y helado, además de otros surtidos destinados a la canasta básica, el consumo social y la venta en divisas.
Graves problemas tecnológicos que incluyen roturas en las calderas y compresores de aire, además de insuficiente suministro de las bolsas para envasar el yogurt, han impedido el cumplimiento del plan que solo llegó a lo previsto en los meses de marzo, abril y mayo.
“¡Vaya año este!”, dice en un suspiro Tania Elena Góngora, una de las obreras de la línea de yogurt, donde se labora en turnos de 24 horas.
“Aquí las cosas siempre han sido tensas, comenta con el dominio que le dan 33 años en esa industria, pero como 2020 no recuerdo ninguno, apretados por aquí, por allá, bloqueo y pandemia… una siente tremenda presión porque sabe que la cosa está dura y la alimentación es la prioridad.
“Pero nadie dude de nuestra disposición, nuestros deseos de aportar, incluso de dar el extra, aunque el salario sea bajísimo, 270 pesos, y no logremos pagos por resultados porque los planes no se concretan”.
El mismo espíritu ronda a los llamados “imprescindibles”, los hombres del área de mantenimiento, expertos en inventivas como es el caso de Ramón Ferrer, fundador del combinado, con 48 años de servicios, y tan apegado a su quehacer que después de jubilado retornó sin dudarlo.
“Me pidieron ayuda y aquí estoy para lo que sea, feliz de compartir con un equipo que le mete el pecho a las roturas de todos estos hierros con tantos años de explotación.
“Por suerte tenemos a la Anir, y no faltan los que aportan a las innovaciones: Fernando Fernández, Seferino de la Cruz, Andrés Saro, Eugenio Blanco, Tomás Belgrón y muchos otros”.
Sin tirar la toalla
“¿Rendirse, desalentarse? Olvídese de eso aquí”, enfatiza Pilar Bandera Cobián, secretaria general del buró sindical, quien acota que “en las 11 secciones hay claridad de que el país necesita del aporte de cada uno para echar pa’lante a pesar de los pesares.
“Siempre hace falta renovar fuerzas cuando las cosas parecen llegar al límite, por eso el llamado de la CTC de movilizarnos inspirados en el amor por Cuba ha sido muy bien acogido en el colectivo, que no solo se conforma con haber cumplido el Aporte a la patria y el pago de la cuota sindical y va por más”.
Llevado a la práctica eso se traduce, entre otras cuestiones como extremar el ahorro y evitar hechos delictivos, en la búsqueda de alternativas para materializar los niveles productivos pactados:
“Ante la carencia de bolsos el yogurt se distribuye de manera a granel en muchas bodegas, y cuando no se completan las vueltas establecidas entregamos Lactosoy”, precisa la ingeniera química Yurislaine Hernández Oduardo, joven directora del combinado santiaguero, quien llegó allí como adiestrada y a fuerza de trabajo y talento se ubica hoy en un puesto que asume como un reto.
“Las afectaciones con las materias primas, en lo fundamental la leche en polvo, y con diversos insumos, unido a los altibajos con la tecnología, tensionan el día a día, pero no renunciamos a aportar alimentos al pueblo, y ahí está, como otra de las alternativas, la elaboración del miragur, un lácteo parecido al yogurt que comercializamos en los Mercados Ideales”.
Si bien los tiempos son de limitaciones la disposición y las ganas de hacer desde el puesto de trabajo no están carentes en esa UEB de la Empresa Láctea de Santiago de Cuba, ya lo demostraron antes, durante las jornadas de mayor complejidad epidemiológica en la provincia, cuando ningún trabajador se ausentó de puesto.
Ahora, apegados a las normas establecidas en la nueva normalidad, se protegen para que no sea por ellos que espere la industria, mucho menos aquellos que esperan por los renglones que aporta, en especial su producto estrella: el yogurt.