Felicidades anapistas, ¡y a producir más!

Acto por el aniversario 60 de la constitución de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños.
Acto por el aniversario 60 de la constitución de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños.
Acto por el aniversario 60 de la constitución de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños.

El Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, participó este lunes en el acto por el aniversario 60 de la constitución de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños.(Anapistas)

(Anapistas) La Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (Anap), fundada por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, llegó este 17 de mayo a su aniversario 60, celebración que tuvo por sede el municipio capitalino de Boyeros y a la que asistieron el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, y el miembro del Buró Político y Primer Ministro, Manuel Marrero Cruz.  

Cerca del lugar fundacional — el entonces Parque de Ferias de Rancho Boyeros— se reunieron destacados agricultores, funcionarios de la Anap y autoridades del Partido y del Gobierno, bajo estrictas medidas sanitarias impuestas por la COVID-19, para honrar también la memoria del campesino Niceto Pérez y la promulgación de la Ley de Reforma Agraria, hechos de la historia patria unidos por una misma fecha.

Al intervenir en el acto nacional, Rafael Santiesteban Pozo, presidente de la Anap, recordó los momentos difíciles que atraviesa el país, con el impacto del recrudecimiento del bloqueo de Estados Unidos y los efectos de la pandemia en la economía, «lo que pone constantemente a prueba nuestra capacidad de resistencia y creatividad».

Acto por el aniversario 60 de la constitución de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños.
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Reseñó las actividades desarrolladas por la Asociación durante este año, entre ellas el remozamiento de la infraestructura de cooperativas y comunidades campesinas, donaciones de sangre, aporte de productos agropecuarios a hospitales y centros de aislamiento para la COVID-19, así como intercambios con productores por todo el país.

La Anap, reconoció el dirigente, ha desarrollado múltiples acciones de apoyo al proceso productivo, pero «lo logrado no satisface las demandas ni expresan al máximo las potencialidades existentes».

Resulta necesario, señaló, seguir buscando alternativas que contribuyan a superar las limitaciones con más efectividad; ahorrar al máximo los recursos disponibles; aprovechar con eficiencia la tierra; fomentar la diversificación; aplicar ciencia, innovación y prácticas agroecológicas; fortalecer la contratación y la comercialización; incrementar la crianza de animales con alimentación propia; y atender más a los productores.

El Presidente de la Anap expresó el agradecimiento del sector campesino a las medidas aprobadas recientemente por el Gobierno cubano con el fin de eliminar trabas burocráticas y ampliar las posibilidades para una mejor gestión de los resultados productivos.

Santiesteban Pozo felicitó a los campesinos y campesinas de todo el país, de manera particular a las provincias más destacadas en el trabajo diario de la Anap: Cienfuegos, Matanzas, Santiago de Cuba y Pinar del Río. Hay que propiciar, dijo, que la entrega de todos, en cuerpo y alma al servicio de la nación, sea una práctica cotidiana y aportadora de mayores resultados en función del bienestar colectivo. 

La sencilla celebración de este lunes, acompañada de la música que distingue la vida en nuestros campos, culminó con la inauguración del Museo del Campesinado Cubano, un sueño de varias generaciones de anapistas hecho realidad. El Presidente de la República cortó la cinta inaugural y recorrió las ocho salas interiores que en documentos, fotos y objetos muestra la historia y cultura de los campos cubanos, desde el inicio de las luchas por la independencia nacional hasta nuestros días.

Acto por el aniversario 60 de la constitución de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños.
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Campesinos- Cuando hace 65 años los integrantes de la Agrupación Católica Universitaria se propusieron realizar su famosa encuesta a los trabajadores rurales cubanos (1956-1957) –acaso el retrato más completo y mejor documentado de entonces sobre lo que pasaba en nuestros campos–, no les quedó otra opción que inventarse una manera muy rara para preguntarle a aquella gente por su nivel educacional.

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«¿Ud. no sabe leer y escribir, no?», interrogaba textualmente el cuestionario, como queriendo disimular o en el mejor de los casos restar importancia al bochornoso trance que representaba para el guajiro reconocer un analfabetismo crónico, que la propia encuesta se encargaría de confirmar con pelos y señales: hacia 1957 el 43 % de los campesinos cubanos no sabía leer ni escribir y el 44 % no había asistido nunca a una escuela. Campesinos.

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No fueron estos los únicos males que desenterraron los encuestadores: en la «próspera» Cuba de finales de los 50 solo el 0,8 % de las viviendas del campo era de mampostería, con techo de tejas y piso de cemento; el 63,9 no tenía ni inodoro ni letrina; el 85,5 se alumbraba con una chismosa y algo todavía más sorprendente: según el propio sondeo, sus habitantes pesaban 16 libras por debajo del promedio teóricamente aceptado, equivalente al 91 % de desnutrición.

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Muchos dicen –y la razón parece estar de su lado– que en buena medida la Revolución Cubana fue resultado directo de los problemas acumulados en el campo, los mismos que en 1953 había denunciado Fidel en ocasión de su apasionado alegato de La historia me absolverá, que luego vendría a refrendar el trabajo de campo de la Agrupación Católica Universitaria.

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De transfigurar aquella realidad se encargaría la Revolución del 1ro. de enero de 1959, y todavía más, la del 17 de mayo del propio año, una revolución dentro de otra, que entregó la tierra en propiedad a quienes la trabajaban; reivindicó la sangre de Niceto Pérez, de Sabino Pupo, de Felino Rodríguez y de otros muchos; le cortó las alas al latifundio y en particular a la sacarocracia; acabó con la aparcería, el desalojo y el tiempo muerto, y les devolvió las esperanzas a aquellas almas que, en medio del desamparo y las artimañas, llegaron a confiar más en el agua milagrosa de Clavelito que en todos los políticos de la época.

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